La Sra. Isabel Allende, actual Presidenta del Senado, ha mencionado en una entrevista reciente que para abordar democráticamente las cuestiones en controversia que se van a dirimir a partir del actual programa de gobierno, se requiere de una pedagogía social que vincule a la ciudadanía y el accionar político institucional.
Se constata en estas palabras, la necesidad de una pedagogía ciudadana, relacionada con la inclusión de la sociedad civil ya no sólo en él proceso básico de elecciones sino en el de la toma de decisiones de las leyes que los gobiernan.
La pedagogía social adquiere un valor social, político y cultural importante, aunque no se explaye todavía, respecto a las modalidades que esta pueda adquirir para visibilizarse en el escenario de las instituciones y en el de “la calle”.
Desde hace unos años que esta alocución a una potencialidad educativo social de la ciudadanía en su conjunto, se ha ido expresando desde diversos intereses y actores, especialmente en los ámbitos educativos.
Tanto educadores como estudiantes han señalado desde diversas tribunas y espacios, la necesidad de una pedagogía social que nos acompañe y aporte a la convivencia ciudadana, en la vida y calidad de las escuelas, en la calle y en el servicio de las instituciones.
Este acompañamiento puede adquirir diversas formas en cuanto se considere como un derecho social adquirido en la calidad de sujetos que somos. Por ejemplo, en el planteamiento de atender a las desigualdades educativas presentes reinstalando el tema de la educación pública. Este problema debe ser atendido tanto desde sus condiciones de principios y leyes como de sus expresiones en las aulas y en las diversas prácticas socioeducativas no formales, pasando por las dimensiones intermedias de gestión, investigación y formación docente. No sólo se refiere al marco y desarrollo de los debates que confluyen en la legislación pertinente sino también y con mayor fuerza, en la realización efectiva de la convivencia escolar y las condiciones pedagógicas de enseñanza y aprendizaje situadas. Las escuelas como centros educativos, como comunidades de aprendizaje, se ven enriquecidas por la pedagogía social como derecho social, como enfoque teórico y como práctica socioeducativa útil para nuestros estudiantes.
La presencia de la pedagogía social también está presente en las inquietudes de nuestros estudiantes que se perciben como sujetos protagonistas de la sociedad que quieren vivir y transformar. La recurrencia de una perspectiva reducida de lo social en el discurso institucional tradicional, asignando trayectorias limitadas para determinados sujetos (los pobres como les llaman algunos), despotenciando sus derechos y proyectos de vida, es percibida por el movimiento estudiantil como un escenario cultural que se debe modificar sustancialmente.
Desde nuestra experiencia como educadores, constatamos diversas búsquedas juveniles para entender y empoderarse de una pedagogía social inclusiva, ciudadana, democrática.
Para los educadores y pedagogos sociales, la educación es un derecho de todos que se concreta en el reconocimiento de funciones institucionales promotoras de contextos formativos y acciones mediadoras que posibiliten por una parte, la incorporación del sujeto de la educación a la diversidad de redes sociales que permiten el desarrollo de la sociabilidad y la circulación social y por otra parte, la apertura a nuevas posibilidades de la adquisición de bienes culturales, que amplíen las perspectivas educativas, laborales, de ocio y participación social.
En esta perspectiva es importante desplegar una pedagogía social que al decir del pedagogo José García molina, tenga como norte ocuparse de pensar las maneras de promover una educación en/para la vida pública, una educación que habilite para convivir en ese espacio de relación, discusión y debate en el que construimos el nosotros.