viernes, julio 22, 2005

Nuestra reserva ecologica

Una de las características que presentan los acontecimientos en los cuales intervienen movimientos sociales y expresiones ciudadanas en los últimos años, es la recurrencia de diversas prácticas de acción no violenta activa que van desde las expresiones culturales individuales y colectivas, los encuentros e intercambios reflexivos, los estudios y denuncias, el uso de las tecnologías de comunicación y redes, las protestas y manifestaciones públicas, el uso de los derechos legales que les asisten como ciudadanos.
Este tipo de prácticas ha sido muy común a las luchas que precedieron conquistas ciudadanas de democracia y relativa justicia en algunas culturas y naciones desde finales del siglo XIX y todo el siglo XX. Ejemplares son las actuaciones de Gandhi y Luther King respecto a los derechos civiles. Pero no menos, las expresiones colectivas populares que siempre se encuentran en posiciones altamente asimétricas y requieren de mayores esfuerzos, tiempo y tácticas para abordar sus intereses, las que por otro lado, son mayormente reprimidas por su posición subordinada en las relaciones de poder.
En general, nos encontramos con una batería de comportamientos ciudadanos altamente significativos por cuanto representan parte importante de la cultura humanista contemporánea y constituyen al mismo tiempo, el acervo histórico social y el “ethos” de nuestro plan humano. Se trata de una “reserva ecológica” si podemos asociar el término. Alimentan nuestras esperanzas, vida cotidiana y compromisos. Nos liga, permea y confronta constantemente con las realidades cruentas. Esta porción de humanidad es lo que nos queda como proyecto. También es patrimonio.
Mientras tanto, observamos como el mundo de las “altas elites” políticas y económicas abordan sus conflictos nacionales e internacionales con el uso de la fuerza y aplicando en muchos casos métodos violentos que se contradicen con las declaraciones y convenciones internacionales de derechos humanos, asemejándose peligrosamente a las prácticas fascistas del imperio hitleriano.
Para países dependientes ideológica y económicamente, esta situación se refleja en una subordinación estrecha de las capas dirigentes a la generación y profundización de políticas públicas punitivas y de control internas y externas. Se suceden con gran rapidez iniciativas de manejo preventivo de los conflictos, monitoreos de calidad interventora, gestión centralizada del control ciudadano, preinversiones en destrucción y reconstrucción de países. Se activan redes y coordinaciones que articulan el mercado de las armas, el tráfico de influencias, el mercado inmobiliario, el mercado de los valores y la seguridad y, el mundo de la “alta” política. Existe una trasversalidad política y económica que potencia el ejercicio del poder casi sin contrapeso.
Por un lado, se observa una deconstrucción potente de los imaginarios y valores modernos y por otro, la presencia del oscurantismo profetizado por E. Hobsbawm. Ninguna de las preocupaciones centrales con que finalizó el hombre, el siglo XX, ha sido resuelta y muchos menos abordada.
Pobreza, justicia y democracia siguen siendo parte de los desafíos que quedan pendientes. El camino seguido por aquellas élites que se han apropiado del poder ciudadano es peligroso. Esperamos que nuestra “reserva ecológica” enfrente con la misma hidalguía de siempre este momento.

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