El intelecto general busca un cuerpo. La revuelta se difunde por las calles de Europa, desde Roma a Londres y Atenas, pero la calle no es el único lenguaje de este movimiento. Los rebeldes saben bien que no se está preparando una lucha militar contra la policía y el Estado. No les interesa mucho la policía y el Estado. Lo que están buscando es una recomposición del cuerpo social y una reactivación del cuerpo erótico del intelecto general. En los últimos diez años, la precarización, el aislamiento y la competencia en el mercado de trabajo han provocado una disociación de la inteligencia colectiva en red del cuerpo social del trabajo cognitivo. La aceleración de la Infosfera (intensificación del ritmo de explotación cognitiva) ha puesto en tensión a la psicosfera social, provocando soledad, pánico, depresión, des-empatía. La sensibilidad y el deseo quieren recuperar su flujo. La primera generación que ha aprendido más palabras de una máquina que de su madre recompone su cuerpo en las calles.
Un proceso de larga duración. Las luchas estudiantiles no son una explosión pasajera, sino el inicio de un largo periodo que marcará el próximo decenio, una suerte de insurrección europea. Insurrección significa ponerse en pie, pero también pleno despliegue de las potencialidades del actor. El actor que entra en el escenario histórico es el intelecto general en proceso de subjetivación. El pleno despliegue de las potencialidades del intelecto general va mucho más allá de los límites del capitalismo e implica una reactivación de la sensibilidad. La sensibilidad, facultad para comprender aquello que no puede ser verbalizado, ha sido devastada por la precarización y por la fractalización del tiempo. Para reactivar la sensibilidad, arte, terapia y acción política tienden a fundirse. El Prozac, el Ritalin, la cocaína y la competencia han producido efectos bipolares en la economía: exuberancia irracional de los mercados, pánico financiero… y también en la psicosfera social: depresión de masas, crisis de pánico, epidemia de suicidios. La terapia se ha reducido a la readaptación de la mente deprimida a la normalidad de la explotación mental.
La fusión entre arte y activismo ha acentuado la inefectividad del gesto. El movimiento no global del decenio pasado era un movimiento puramente ético, privado de efectos políticos, incapaz de detener las tendencias de la desregulación capitalista porque no entraba en la esfera de la vida cotidiana, y se limitaba a la denuncia ética y a la acción simbólica. El art-ivismo ha interiorizado la ineficacia y la transformación de la acción en pura denuncia. En el mejor de los casos, el arte del pasado decenio ha sido fenomenología del sufrimiento mental. El sufrimiento psíquico es la principal área de contacto entre arte y acción social en el momento en que el intelecto general se pone a buscar un cuerpo. Los rebeldes de hoy están poniendo en marcha una acción poética y auto-terapéutica. Están recomponiendo la empatía de los cuerpos, redescubriendo una esfera común de sensibilidad. El arte debe mezclarse con la política y la política con la terapia.
Se acabó el cinismo. En el centro de la insurrección actual hay una fuerte motivación ética. No pienso en una ética fundada en “valores”, que no sé lo que son. Pienso en la ética en términos materialistas, hedonistas y sensuales, como respeto de sí mismo y amor por sí mismo. La esfera conceptual de la estética debe redefinir la esfera ética. El cinismo de masas, que según Sloterdjik era el sentimiento predominante en el post-68, está fuera de curso porque ya no da beneficios. Las masas aceptaban la tristeza del cinismo y de la auto-sumisión a las humillantes reglas del poder cuando éste garantizaba los ingresos. Pero hoy el cinismo es asignación sólo de la clase dominante y cada vez permea menos en la cultura de masas. La clase cínica ha perdido su glamour. Feos, asquerosos, repugnantes son aquellos que están en los puestos de mando de las finanzas, de la política, de la economía, desde el punto de vista de la nueva generación. Es un juicio estético, antes que otra cosa. La elección ética se basa en el placer de sí; no en valores universales, sino en el placer de la singularidad. Una percepción distinta de la riqueza, como goce de sí y no como adquisición, va abriéndose camino en la sensibilidad, incluso antes que en la conciencia.
extracto de Revueltas (27 / 07 / 2011) por Franco Bifo Berardi en 1º Congreso Internacional de Periodismo Autogestionado
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