viernes, julio 15, 2005

Decir las cosas por su nombre verdadero


Ged interpelo al Maestro Malabar: -Señor, todos estos sortilegios se parecen demasiado; se conoce uno y se conocen todos. Y cuando el hechizo pasa, la ilusión se desvanece. Bien, si transformo un guijarro en un diamante -cosa que hizo con una palabra y un rápido movimiento de la mano-, ¿qué he de hacer para que el diamante siga siendo diamante? ¿Cómo se consigue una transformación permanente?

El Maestro Malabar miró el diamante que centelleaba en la palma de Ged ... murmuró una palabra: -Tolk...-, y el guijarro reapareció en la palma de Ged, no una piedra preciosa sino una tosca piedrecita gris. El Maestro la tomó y la retuvo en el hueco de la mano.

-Esto es una piedra ... una minúscula porción de la tierra seca en que viven los hombres. Esta piedra es ella misma. Es parte del mundo. Por medio de la Ilusión y el cambio puedes hacer que parezca un diamante o una flor o una mosca o un ojo o una llama ... Pero son solo apariencias. La Ilusión engaña al observador; le hace ver y sentir que el objeto se ha transformado. Pero no lo transforma. Para transformar esta piedra en una gema tienes que ponerle otro nombre verdadero. Y eso, hijo mío, hasta con una piedrecilla tan pequeña como ésta, es cambiar el mundo. Se puede hacer ... Más no transformarás una sola cosa ... hasta que no sepas cuál será el bien y el mal que resultará.
Un Mago de Terramar. Ursula K. Le Guin

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